Laura García Monge, estudiante de Psicología y Criminología.
Laura García Monge Estudiante de Psicología y Criminología Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE

Cibersuicidio Entre la luz y la oscuridad: el suicidio en la era de la conectividad digital

Cibersuicidio

El suicidio es un fenómeno multifactorial que lleva presente desde los albores de la humanidad. Es un grave problema de salud pública, con cerca de 703.000 personas quitándose la vida al año, y sin contabilizar los que quedan en tentativa. Aunque puede darse a cualquier edad, los jóvenes son especialmente vulnerables: en 2019 fue la cuarta causa de defunción a nivel global en la población de entre 15 y 29 años.

Sin embargo, su forma de presentación y significado ha ido cambiando a lo largo de nuestra historia. No entendemos de la misma forma el harakiri, el satí o el suicidio como grito de ayuda. Por ello, en el siglo XXI, las nuevas tecnologías y su integración en nuestra vida cotidiana han generado la aparición de una nueva manifestación del mismo fenómeno: el cibersuicidio.

El cibersuicidio sigue la misma definición que el suicidio. Es entendido como un acto autoinfligido en el que uno causa su propia muerte de una manera deliberada y voluntaria. Sin embargo, en este caso, en la motivación tras el mismo encontramos la influencia de Internet, tales como páginas prosuicidas, chats y las omnipresentes redes sociales.

Este concepto plantea dudas sobre el impacto de la tecnología, que, si bien ha supuesto grandes beneficios e importantes avances en todos los ámbitos, también acarrea consecuencias negativas, influyendo en gran medida en la salud mental de sus consumidores.

Manifestación del cibersuicidio

El cibersuicidio puede manifestarse de diversas formas. Es normal que lo primero que nos venga a la cabeza sea el causado por el cyberbullying y el acoso cibernético, pero la relación entre las nuevas tecnologías y la conducta suicida es mucho más compleja y puede mostrar una conexión aún más directa con este fenómeno.

Internet ha sido, desde su origen, un medio de comunicación de masas que permite el intercambio inmediato de pensamientos de personas de todo el mundo, quienes, acogidos bajo el anonimato y la falta de consecuencias tangibles, se permiten normalizar ideas que son socialmente censurables. Encontrar entre 2.4000 millones de usuarios a individuos con los mismos intereses que tú da lugar a una comunalidad del sentimiento que permite expresar y alentar ideaciones que probablemente tendrían una acogida negativa entre tus allegados.

Hoy en día no podemos hablar de una relación causal directa entre el auge de las TIC y el suicidio, pero hay numerosos datos que avalan su correlación

Así surgen páginas web con contendidos de ayuda, influencia o incluso que incitan al desarrollo de conductas suicidas. Mediante los diferentes buscadores encontramos blogs donde se detallan muertes autoinfligidas, inclusive la de famosos como Kurt Cobain, con contenido gráfico sobre el tema, transmisiones en vivo, notas de suicidio o incluso comparando los distintos métodos y evaluando su eficacia. Este tipo de webs, que reciben el nombre de prosuicidas, ponen de manifiesto el uso de las redes como canal de información y de encuentro para personas con ideación suicida, sirviendo como red de apoyo y retroalimentación entre los usuarios más vulnerables.

Una de las variedades que más impacto ha generado últimamente es el pacto suicida o net suicide, en el que dos o más usuarios acuerdan suicidarse juntos. Estas personas suelen ser desconocidas y el único contacto entre ellos se da a través del espacio virtual. Es especialmente preocupante porque esta decisión no siempre surge de un acuerdo mutuo, sino que suele haber coacción.

Relacionado con éste encontramos los famosos challenge de las redes sociales, como el Blue Whale Challenge, en el que los participantes debían realizar diversas tareas cuya dificultad iba aumentando gradualmente, hasta que el último reto les instaba a quitarse la vida. Otra variedad que resulta alarmante es el uso de webcam, gracias a las cuales se expone el suicidio en vivo en redes sociales, dando la oportunidad al resto de usuarios para comentar de forma inmediata.

A pesar de todo, hoy en día no podemos hablar de una relación causal directa entre el auge de las TIC y el suicidio, pero hay numerosos datos que avalan su correlación. Un estudio realizado por Montgomery en 2013 vinculó el crecimiento de Internet, un 566 por ciento entre el 2000 y 2012, y un incremento en la tasa de autolesiones. Algunos autores hablan especialmente de la influencia que los medios de comunicación tienen sobre este tipo de conductas, siendo especialmente relevantes el «efecto copycat» o el «efecto Werther», que podrían provocar la imitación de los casos o contribuir en la elección del método.

La población adolescente es especialmente delicada ante este tipo de contenidos online. Se documentó que aquellos adolescentes que hacían uso de sitios web pro-suicidas pensaban once veces más en autolesionarse y siete veces más en quitarse la vida que aquellos que no las visitaban. Esta población es especialmente vulnerable, ya que por su edad son más influenciables que la población adulta, y el uso que hacen de los recursos en línea es mayor. Sin embargo, surge la duda de qué va primero: la ideación suicida o el acceso a este tipo de foros.

Las investigaciones apuntan a que es un arma de doble filo. Cuando un joven ya de por sí vulnerable acude a este tipo de blogs, encuentra otros adolescentes también vulnerables, por lo que aumentan las posibilidades de potenciar su visión negativa del mundo. Pero, por otro lado, la Universidad de Oxford encontró una correlación positiva entre la exposición en los foros a imágenes violentas e información sobre los métodos suicidas y un aumento del riesgo de suicidio entre los adolescentes.

Prevención y respuesta

Este nuevo tipo de conducta exige nuevas formas de enfrentarnos a la ya de por sí complicada problemática del suicidio. Eso sí, no podemos dar una explicación genérica al suicidio, ya que cada caso es singular, por lo que no podemos tomar un único enfoque para luchar contra él. A esta dificultad se le unen la rapidez de la transmisión de información, el anonimato bajo el que se opera en el ciberespacio y las peculiaridades culturales y legislativas de cada nación. Por todo ello, no hay una única respuesta a cómo debemos afrontar el fenómeno del cibersuicidio. Sin embargo, sí que podemos dividir nuestras actuaciones preventivas en dos frentes, aplicando estrategias tanto de control informal como formal.

En primer lugar, respecto a la prevención de nuevos casos desde el control social no institucionalizado, debería centrarse por un lado en la concienciación de los jóvenes, educándoles en los peligros del mal uso de las tecnologías, instando a su uso responsable y dotándoles de estrategias para  manejar el acoso en línea. Para esto existen programas como «Pantallas Amigas» o estrategias como «Europa 2020» que promueven el buen uso de Internet y dan información sobre como navegar de forma segura. Por otro lado, también debería haber una prevención a nivel colectivo, dirigida a grupos sociales y profesionales.

En este sentido, encontramos el programa Suicide Prevention, desarrollado por la Organización Mundial de la Salud. Aquí se dan instrucciones para que los medios de comunicación puedan informar de este tipo de noticias, no solo evitando su imitación, sino buscando tener un efecto preventivo. Es lo que conocemos como efecto Papageno. Debemos tener en cuenta que, con el surgimiento de las redes, ya no son solo los medios tradicionales los que llevan a cabo la transmisión de noticias, sino que todos cumplimos en cierta medida el rol de comunicadores. Por tanto, debemos exigirnos a nosotros mismos una responsabilidad social a la hora de relacionarnos en el mundo digital y de compartir información. Por último, hemos de dotar a la sociedad de herramientas para detectar a usuarios en riesgo, de servicios de ayuda y orientar tanto a sus allegados como a las instituciones.

No podemos dar una explicación genérica al suicidio, ya que cada caso es singular, por lo que no podemos tomar un único enfoque para luchar contra él

En segundo lugar, se debería aplicar un control formal con el desarrollo de nuevas leyes y regulaciones. Estas nuevas actividades tienen que quedar recogidas en el código penal como delitos para garantizar la seguridad y los derechos de los internautas. Sin embargo, esto no es sencillo, ya que requiere la colaboración de gobiernos de diferentes países con marcos legales distintos entre sí. Son delitos que pueden transcurrir internacionalmente y, como tales, deberían ser penados por todas las instituciones. Además, una regulación legal facilitaría la actuación policial y el establecimiento de protocolos de actuación incardinados a cada tipo de delito. En España ya ha habido progresos en esta temática, recogiendo el child grooming como delito en el Código Penal, y una de las demandas que más resuena últimamente es la modificación del artículo 143 del Código Penal para sancionar el uso de las TIC como medio de inducción o cooperación con el suicidio.

Por último, habría que revisar la posibilidad de establecer requisitos para la participación de los usuarios en los foros o prohibiendo determinadas temáticas en las páginas de Internet. Pero esto es un debate aún en progreso, ya que atañe a la libertad de expresión y hay quienes recogen que esto abriría una puerta para las censuras por parte de instituciones privadas o gobiernos.

Conclusión

Dicho esto, cabe destacar que no debemos caer en el error de demonizar las nuevas tecnologías. De igual forma que surgen nuevas problemáticas según evolucionan y se adentran en nuestro día a día, no debemos olvidar que han supuesto grandes avances y nos han brindado, tanto a nivel individual como social, un desarrollo sin precedentes. El cibersuicidio es un fenómeno complejo y multifacético que nos ayuda a ver la importancia de estar siempre a alerta y de ser capaces de adaptarnos y adelantarnos a los inconvenientes que trae consigo la era digital.

Pero de la misma manera que Internet puede amplificar los riesgos para la salud mental, también nos ofrece recursos para promover el bienestar psicológico de sus usuarios. Y aunque debemos exigir responsabilidad a los gobiernos e instituciones, también hemos de exigírnosla a nosotros mismos, creando comunidades seguras, saludables y compasivas que protejan a las personas vulnerables. Alcanzar un equilibrio entre la libertad de expresión, la seguridad de los internautas y la naturaleza global de Internet es responsabilidad de todos.

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